Juré que no lo iba a hacer. Que un solominuto de mi tiempo lo dedicaría a verlo. Hasta rehuiría las conversacionesdurante el almuerzo o en las salidas donde el tema saltara.
Pero, qué difícil no decir algo sobre elbendito programa que ocupa más tiempo ocioso (y también laboral) de los ticos.Sí, “Bailando por un sueño” se metió de lleno en el país “donde nunca pasanada” y, como se veía venir por sus predecesores en México y Estados Unidos y larimbombante campaña de publicidad y relaciones públicas que le precedió, haimpactado en sus primeras dos ediciones.
Leí la semana pasada un comentario quehizo un blogger acerca de la deplorable intención del canal (en realidad, elformato lo importó, y con él las intenciones de mercado del caso) de lucrar yproyectarse a partir de las desgracias o necesidades ajenas (muchas de ellasconmovedoras o acongojantes).
Comparto plenamente lo expresado por ElChamuko en su comentario (http://infierno.ticoblogger.com/2007/08/limosneando-por-un-sueo_05.html).Más bien es otra perspectiva la que quisiera señalar.
Soy realista. A todos nos gustaríatrabajar en labores nobles que ayudaran a mejorar las condiciones de nuestrosprójimos y a la vez poder vivir plena y satisfactoriamente en todos los ámbitos(digo que sería tuanis ser un “médico sin fronteras” y manejar un todoterrenoLand Rover, sin afrontar los riesgos del lugar donde nos manden). Pero lamayoría de las veces pensamos que eso es utópico.
Lo es, si se piensa al estilo delas películas de acción. Pero en la vida real, tenemos muchas oportunidades desatisfacer esa aspiración de ser útiles para alguien más que nosotros y losnuestros desde nuestras ocupaciones, por humildes o insignificantes que a veceslas consideremos.
Lo puedo hacer yo, lo puede hacer usted,lo puede hacer Canal 7. Sí, hasta Canal 7 y soy testigo de que lo ha hecho.Hace unos días, en Telenoticias, pasaron una nota sobre los apuros que estabapasando la mujer que perdió sus dos piernas por evitar que su hijo fueraaplastado por una vagoneta.
Contrario a lo que a veces pasa, la notafue equilibrada y el foco de atención fueron las declaraciones de la mujer,quien armada de la paz y resignación más aplastante que uno se pueda imaginardijo que ella estaba casi igual que antes, que tenía manos, cuerpo y mentebien, y que lo único que necesitaba para salir adelante con su vida y la de supequeño, eran unas prótesis que no conseguía comprar por su millonario costo.
Después de la nota y ante las llamadas alcanal, Lizette Castro dio los números de teléfono para quienes deseabancolaborar con ese monumento al mejor espíritu humano hecho mujer.
Creo que dos días después, una nueva notainformaba acerca de lo que la solidaridad había conseguido: ella tendría sus prótesis,lo único que pedía para seguir trabajando y ganarse, ella misma, la vida.
Es justo reconocer la labor del medio.Sin fanfarria, sin alboroto, sin sensiblerías innecesarias o inútiles. Entendió su labor informativa y, más allá de eso, su enorme alcance y poder demovilización. Y lo puso al servicio de una buena causa.
Cosa muy distinta a lo que vemos en “Bailandopor un sueño”, donde la fanfarria y el vacilón se privilegian y la suerte deesos desafortunados sirve para que cada noche de sábado (y todos los días entresemana) reúna a los espectadores ávidos de conocer cuál de ellos se quedará sin“su sueño”, pero también para ver si Camilo hace de nuevo el ridículo bailando reguetón, Carolina Tejera usa la “tanagra” o la manosea el chavalillo soñador que baila con ella.
Es dolor ajeno, es desgraciay con eso no se juega. A mí no me van a bailar con eso.